Lo inmutable existe sólo en nuestro pensamiento. Es tan solo un puro deseo de permanencia, fuera de él todo se convierte en una poderosa energía transformadora, un torbellino que destruye y crea, crea y destruye. El arte imita su flujo, construye, deconstruye, o sencillamente crea nuevas formas.
Remolinos, torbellinos, galaxias, caracolas_ espirales_ sueños circulares.
Hubo un tiempo en el que tendía a dibujar y pintar espirales, en ocasiones de forma automática, otras intencionadamente. Podía convertirlas en flores, mujeres, árboles, seres orgánicos, que fluctuaban como lo que son, pura vida y movimiento. Todo se mueve. Hasta mis flores se mueven. El movimiento es algo que siempre me ha interesado.
Movimiento, energía, origen de la forma.
En el movimiento universal todo fluye y cambia, toda nuestra ciencia y nuestra lógica no nos sirve para detenerlo. Me alegra tanto.
Me siguen sorprendiendo las infinitas posibilidades de desarrollo que posee una forma, en apariencia, yen ocasiones tan elemental. No puedo recordar cuando comencé a pintarlas. Ellas estaban ahí, posiblemente habían estado siempre habitando en mí.
La espiral como un símbolo enigmático y obsesivo.
Fuerza centrípeta, que nos arrastra hacia una especie de contemplación interior, y, por otro, una fuerza centrífuga que se abre de modo expansivo hacia un infinito cada vez más inabarcable.
Espacio en constante movimiento
Tiempo circular.
Cantan las caracolas. La araña teje.
Virginia Garrosa 2020-23
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